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Lovecraft, cosas curiosas sobre un escritor único

septiembre 17, 2025

Lovecraft: cosas curiosas sobre un escritor único

Howard Phillips Lovecraft nació en Providence, Estados Unidos, el 20 de agosto de 1890, y murió el 15 de marzo de 1937. Más conocido por sus iniciales H. P. Lovecraft, fue un escritor estadounidense cuya obra marcó profundamente la evolución del relato de terror y ciencia ficción en el siglo XX. Hoy se le considera uno de los grandes innovadores del género fantástico y el creador de un universo literario propio que ha alcanzado dimensión mítica: los mitos de Cthulhu.

A diferencia de muchos escritores clásicos del terror, Lovecraft no se limitó a lo sobrenatural tradicional. Su enfoque se centró en el llamado “horror cósmico”, una forma de terror basada en la insignificancia del ser humano ante un universo vasto, indiferente y poblado por fuerzas incomprensibles. Esta visión del mundo, tan desesperanzada como original, cambió para siempre la literatura de horror.

Este artículo es un recorrido profundo por su vida, obra y legado, así como una recopilación de datos curiosos que permiten entender a este autor tan único, complejo y contradictorio.


Un niño diferente

Desde muy pequeño, Lovecraft fue un niño atípico. A los dos años ya recitaba poesía. Aprendió a leer a los tres y a escribir a los seis. A los cinco años había leído versiones infantiles de la Ilíada y de Las mil y una noches, y se mostraba obsesionado con la mitología clásica, la astronomía y las narraciones históricas.

Su infancia, sin embargo, estuvo marcada por la tragedia y la enfermedad mental. Su padre fue ingresado en un hospital psiquiátrico cuando Howard tenía apenas tres años, y murió poco después. Su madre, una mujer excéntrica y obsesiva, lo sobreprotegió hasta límites enfermizos, convenciéndolo de que era demasiado débil para jugar con otros niños y repitiéndole constantemente que era feo y que nunca lograría nada. Esta mezcla de aislamiento, sobreprotección, pérdida y desprecio dejó una huella imborrable en su carácter.

Lovecraft fue un niño solitario. Prefería la compañía de los libros y de sus ensoñaciones a la de sus coetáneos. Mientras otros niños jugaban al aire libre, él pasaba horas en los bosques de Providence imaginando mundos ocultos, criaturas mitológicas, civilizaciones perdidas. A los trece años fundó su propia “agencia de detectives” y comenzó a escribir relatos policiacos. Sin embargo, pronto abandonó esa senda para centrarse en la literatura fantástica.

Su abuelo materno, un industrial acomodado y aficionado a la lectura, fue su gran figura de referencia. Le proporcionó libros, apoyo intelectual y un modelo masculino que contrastaba con la fragilidad paterna. Tras su muerte, la familia cayó en la ruina económica, lo que sumió a Lovecraft en una profunda depresión. Durante su adolescencia llegó incluso a contemplar el suicidio.


Un carácter sombrío y contradictorio

Lovecraft desarrolló desde muy temprano una personalidad profundamente introvertida, excéntrica y elitista. Se consideraba a sí mismo parte de una tradición cultural superior, admiraba la antigüedad clásica y despreciaba los valores de la modernidad. Desde los cinco años se declaró ateo, fascinado por la mitología grecorromana pero rechazando cualquier religión institucionalizada.

También desarrolló un fuerte sentimiento de extranjería con respecto al resto del género humano. Aislado por su madre, educado en casa durante largos periodos debido a su frágil salud, y criado en una atmósfera de luto constante, su visión del mundo se tornó profundamente pesimista. Según él, la humanidad estaba condenada a desaparecer, y la guerra era solo uno de los múltiples instrumentos de su destrucción inevitable.

Amaba la noche, el frío y los cementerios. Despreciaba la luz intensa, el bullicio de las ciudades, el mar (del que sentía un miedo irracional), y la mayoría de los seres humanos. Caminaba por la ciudad como un espectro, vestido de forma anticuada, con una expresión ausente. Sus costumbres eran tan extrañas como su literatura: dormía de día, escribía de noche, evitaba el contacto físico, y reaccionaba con gran incomodidad ante cualquier cercanía emocional o afectiva.

Su racismo es otro de los aspectos más controvertidos de su personalidad. Lovecraft tenía una concepción del mundo basada en una supuesta superioridad cultural anglosajona, y sus escritos privados —así como algunos de sus relatos— están impregnados de prejuicios hacia otras razas y culturas. Es un aspecto que hoy no puede obviarse, y que forma parte inseparable de su pensamiento.


Un estilo literario único

La obra de Lovecraft se caracteriza por un estilo singular y reconocible al instante. Sus relatos están repletos de adjetivos, frases extensas, vocabulario arcaico y descripciones sensoriales minuciosas. Este estilo ha sido criticado por algunos como excesivamente ampuloso o artificioso. Sin embargo, en sus mejores cuentos, logra una atmósfera envolvente, cargada de horror sutil y creciente, que culmina en momentos de revelación o locura.

El horror en Lovecraft no surge de lo visible, sino de lo sugerido. Sus criaturas raramente se describen con precisión: son demasiado grandes, demasiado antiguas, demasiado incomprensibles para la mente humana. El verdadero terror nace de la conciencia de que hay algo más allá, algo que escapa a la lógica, a la ciencia y a la religión. Algo que siempre ha estado ahí… esperando.

Además, Lovecraft desarrolló una mitología propia, compartida por varios relatos: los mitos de Cthulhu. En su mundo, existen deidades primigenias que habitaron la Tierra antes del ser humano, y que algún día regresarán para reclamar lo que es suyo. Estas entidades —como Cthulhu, Yog-Sothoth, Nyarlathotep o Azathoth— no son “dioses” en sentido religioso, sino presencias cósmicas, inabarcables, que reducen al ser humano a la nada.


El horror cósmico

Lovecraft no creía en el bien ni en el mal. Para él, el universo era indiferente. El horror no era una lucha entre la luz y la oscuridad, sino el descubrimiento de que nada tiene sentido, de que el conocimiento lleva a la locura, y de que el hombre no es más que un punto insignificante en un océano de tinieblas.

Este concepto fue revolucionario. Mientras otros autores de terror escribían sobre demonios, vampiros o fantasmas, Lovecraft escribía sobre criaturas interdimensionales, dioses dormidos en las profundidades del mar, civilizaciones alienígenas extinguidas y libros malditos que contenían verdades tan aterradoras que provocaban la locura.

Su ensayo El horror sobrenatural en la literatura es una obra clave para entender su estética. En él afirma que el relato de horror debe crear una atmósfera de temor profundo ante fuerzas exteriores desconocidas. No basta con provocar un susto: el objetivo es sembrar una inquietud duradera, una sensación de que la realidad misma se tambalea.


Relatos fundamentales

Algunas de sus obras más representativas son:

  • La llamada de Cthulhu: quizá su relato más famoso. Un culto oculto, una criatura que duerme en las profundidades del océano, y la lenta revelación de que su despertar es inevitable.

  • En las montañas de la locura: una expedición a la Antártida descubre los restos de una civilización extraterrestre y despierta horrores inmemoriales. Un relato largo, de tono casi científico, que conjuga arqueología, biología y terror.

  • La sombra sobre Innsmouth: un joven visita un pueblo costero y descubre que sus habitantes no son del todo humanos. Un cuento sobre degeneración, secretos familiares y pactos con lo innombrable.

  • El color que cayó del cielo: una historia de horror rural en la que un meteorito altera la naturaleza misma de la realidad, provocando enfermedades, locura y muerte.

  • El caso de Charles Dexter Ward: novela corta ambientada en Providence, que mezcla historia, alquimia y posesiones. Uno de sus textos más complejos y ambiciosos.


El círculo de Lovecraft

Durante los últimos años de su vida, Lovecraft se rodeó de un grupo de jóvenes escritores que compartían su gusto por lo macabro, lo arcano y lo extraño. Este grupo fue conocido como “el círculo de Lovecraft”, e incluía autores como August Derleth, Robert E. Howard (creador de Conan el Bárbaro), Clark Ashton Smith y Robert Bloch (futuro autor de Psicosis).

Lovecraft mantuvo con ellos una correspondencia incesante. Escribió miles de cartas, muchas de ellas tan extensas y literarias como sus propios relatos. En estas cartas desarrollaba ideas, corregía textos, aconsejaba, polemizaba… Se convirtió en un mentor intelectual, casi en un maestro espiritual.

Tras su muerte, estos autores se encargaron de preservar y difundir su legado. August Derleth fundó la editorial Arkham House, dedicada exclusivamente a publicar sus obras. Gracias a ellos, Lovecraft pasó de ser un autor marginal de revistas pulp a una figura central de la literatura fantástica del siglo XX.


Últimos años y muerte

A partir de los años treinta, la salud de Lovecraft se deterioró rápidamente. Sufría dolores abdominales constantes, pérdida de peso, desnutrición y depresión. Durante meses evitó acudir al médico, hasta que finalmente fue diagnosticado con un cáncer intestinal en estado avanzado. Murió el 15 de marzo de 1937, a los 46 años.

Murió pobre, sin haber publicado un solo libro en vida, sin reconocimiento académico ni literario. Pero dejó una obra que, como sus criaturas, dormía bajo la superficie, esperando su momento para emerger.


Curiosidades que revelan su complejidad

  1. Nunca publicó un libro en vida: todos sus relatos se difundieron en revistas de bajo presupuesto. Fue gracias a sus discípulos que sus obras vieron la luz en forma de libro, décadas después de su muerte.

  2. Construía altares a los dioses griegos: de niño, inspirado por sus lecturas de mitología clásica, llegó a construir pequeños altares en honor a Apolo, Artemisa o Saturno.

  3. Se declaró ateo a los cinco años: tras leer sobre astronomía y ciencia, abandonó la idea de Dios y jamás volvió a acercarse a la religión.

  4. Tenía miedo al mar: esta fobia aparece reflejada en muchos de sus relatos. Se cree que surgió de una intoxicación con pescado en su infancia.

  5. Sufría una extraña sensibilidad al frío: cualquier temperatura inferior a los 20 grados le resultaba insoportable. Se envolvía en capas de ropa incluso en primavera.

  6. Caminaba de noche por los cementerios: amaba los lugares antiguos y solitarios. Solía pasear solo, de madrugada, entre lápidas y ruinas.

  7. Admiraba el siglo XVIII: despreciaba la modernidad. Escribía con ortografía anticuada y soñaba con haber vivido en tiempos de la Ilustración.

  8. Tuvo una agencia de detectives de niño: con trece años fundó su propia agencia ficticia en Providence. Fue una etapa breve pero significativa.

  9. Escribió decenas de miles de cartas: se calcula que escribió más de 90 000 cartas en su vida. Muchas de ellas tienen valor literario por sí mismas.

  10. Murió en la pobreza: nunca vivió de su obra. Su reconocimiento llegó tarde, pero su legado sigue creciendo.


Legado e influencia

Hoy, Lovecraft es uno de los autores más influyentes del siglo XX. Su obra ha sido traducida a decenas de idiomas, estudiada en universidades, adaptada al cine, al cómic, a los videojuegos, a la música. El adjetivo “lovecraftiano” se ha convertido en sinónimo de un tipo muy particular de horror: atmosférico, cósmico, insidioso.

Su influencia llega a autores como Stephen King, Neil Gaiman, Clive Barker o Alan Moore. El cine de horror moderno —desde John Carpenter hasta Guillermo del Toro— bebe de su legado. Videojuegos como Bloodborne, The Call of Cthulhu o Amnesia están impregnados de sus ideas. Incluso la música metal ha encontrado en sus relatos una fuente de inspiración.

Lovecraft enseñó que el verdadero horror no es el que acecha tras la puerta, sino el que habita en las estrellas, en los abismos del tiempo, en la propia mente humana. Su obra es un recordatorio de que lo desconocido no es solo temido… también es inevitable.


Un hombre extraño…

Howard Phillips Lovecraft fue un hombre extraño, difícil de encasillar, repleto de luces y sombras. Su vida fue breve, dolorosa, marcada por el aislamiento, la pobreza y la enfermedad. Pero su imaginación fue tan vasta como los universos que concibió.

En una época dominada por el optimismo científico, él escribió sobre la locura, la insignificancia del ser humano, la imposibilidad de conocer la verdad sin destruirse. Su legado es una advertencia, un susurro que atraviesa el tiempo:

“No está muerto lo que puede yacer eternamente,
y con extraños eones, incluso la muerte puede morir.”