
Las crónicas de Narnia, obra maestra del escritor y profesor anglo-irlandés Clive Staples Lewis, constituyen una heptalogía publicada entre 1950 y 1956 que ha trascendido su tiempo para convertirse en uno de los pilares de la literatura juvenil del siglo XX. Ilustrada originalmente por Pauline Baynes, la serie transporta al lector a Narnia, un mundo ficticio rebosante de magia, animales parlantes y criaturas de la mitología universal, donde la eterna lucha entre el bien y el mal se manifiesta en aventuras inolvidables.
El verdadero protagonista de la saga es Aslan, un león de majestuosa presencia que, según la trama, es el creador de Narnia y su guía espiritual. Sin embargo, los relatos también giran en torno a los hermanos Pevensie —Peter, Susan, Edmund y Lucy—, quienes sirven como hilo conductor en gran parte de la historia, aunque su participación directa varía de un título a otro. La serie, que ha vendido más de cien millones de ejemplares y ha sido traducida a más de cuarenta idiomas, se considera el trabajo más reconocido de Lewis y un clásico indiscutible de la literatura juvenil.
Las crónicas de Narnia han sido adaptadas en múltiples formatos, desde producciones radiofónicas hasta series televisivas, obras teatrales y superproducciones cinematográficas. Parte de su atractivo radica en la combinación de elementos cristianos tradicionales con referencias a la mitología griega y romana, así como a los cuentos populares británicos e irlandeses, creando un tapiz cultural que fascina tanto a jóvenes como a adultos.
El origen del nombre Narnia tiene una curiosa historia. Lewis, gran conocedor de los clásicos latinos, encontró el nombre en un atlas cuando era niño: Narnia es la denominación latina de Narni, una ciudad italiana situada en la región de Umbría, no muy lejos de Roma. El topónimo quedó grabado en su memoria y décadas después lo utilizó para dar identidad a su mundo fantástico.
Los nombres de sus personajes tienen orígenes igualmente variados. Aslan proviene del turco y significa “león”. Shasta, protagonista de El caballo y el muchacho, toma su nombre de un grupo de tribus nativas del norte de California, que además han dado origen a numerosos topónimos en esa región. Cair Paravel, el castillo desde el que gobiernan los legítimos reyes y reinas de Narnia, se traduce como “pequeña corte”, combinación de términos antiguos que refuerza su carácter legendario.
La semilla de Narnia se plantó mucho antes de que Lewis comenzara la redacción de los libros. Desde adolescente, le fascinaban los mitos celtas e irlandeses, y a los dieciséis años imaginó la imagen de un fauno que caminaba en un bosque nevado, portando un paraguas y un paquete. Durante la Segunda Guerra Mundial, Lewis recibió en su casa de campo a cuatro niños evacuados de Londres, lo que reavivó su imaginación y le inspiró a escribir la historia que se convertiría en El león, la bruja y el armario.
En la construcción de su mundo, Lewis incorporó recuerdos de infancia —como un viejo armario de su casa—, junto a imágenes y figuras que surgieron de su fe cristiana y de la tradición mitológica. Aslan apareció en su mente como una figura central, símbolo de redención y justicia. El león, la bruja y el armario, ilustrado por Pauline Baynes, se publicó con gran éxito en 1950. La respuesta del público llevó a Lewis a continuar la saga con seis volúmenes adicionales, culminando en 1956 con La última batalla, obra que recibió la Medalla Carnegie, máximo galardón de la literatura infantil británica.
Los libros, en orden de publicación, son: El león, la bruja y el armario (1950), El príncipe Caspian (1951), La travesía del Viajero del Alba (1952), La silla de plata (1953), El caballo y el muchacho (1954), El sobrino del mago (1955) y La última batalla (1956). Sin embargo, muchos editores actuales prefieren ordenarlos cronológicamente según los acontecimientos narrados: El sobrino del mago, El león, la bruja y el armario, El caballo y el muchacho, El príncipe Caspian, La travesía del Viajero del Alba, La silla de plata y La última batalla.
Esta discusión sobre el orden de lectura se remonta a 1957, cuando un niño estadounidense, Laurence Krieg, escribió a Lewis para consultarle si era mejor seguir el orden de publicación o el cronológico. Lewis respondió que prefería el orden cronológico, aunque no lo consideraba determinante. Esa carta fue utilizada por su hijastro, Douglas Gresham, para proponer un cambio en la numeración a HarperCollins, adoptado luego por muchas editoriales. Sin embargo, algunos lectores defienden el orden de publicación, pues permite descubrir ciertos elementos —como el origen del farol que aparece en El león, la bruja y el armario— en el momento previsto por el autor.
El tiempo en Narnia y en nuestro mundo no transcurre de forma paralela. En la cronología interna, El sobrino del mago tiene lugar en 1900 en nuestro mundo, mientras que en Narnia marca el inicio de la creación. El león, la bruja y el armario ocurre en 1940 aquí y en el año 1000 de Narnia; El caballo y el muchacho comparte año terrestre con esa historia, pero se sitúa en el 1014 de Narnia; El príncipe Caspian transcurre en 1941 en la Tierra y en el 2303 en Narnia; La travesía del Viajero del Alba en 1942 terrestre y 2306 narniático; La silla de plata en el mismo año terrestre pero en el 2356 de Narnia; y La última batalla en 1949 terrestre y 2556 narniático, desembocando en la Nueva Narnia.
Cada libro es una puerta a un episodio distinto de esta historia mayor. El león, la bruja y el armario presenta el descubrimiento de Narnia y la derrota de la Bruja Blanca. El príncipe Caspian narra la restauración del trono legítimo. La travesía del Viajero del Alba es un viaje marítimo de descubrimiento y redención. La silla de plata es una aventura de rescate en tierras subterráneas. El caballo y el muchacho, situado cronológicamente entre los dos primeros libros, cuenta una fuga hacia la libertad en el reino de Calormen. El sobrino del mago explora la creación de Narnia y la llegada del mal a su territorio. La última batalla cierra la saga con un relato de juicio final y renovación eterna.
La influencia de Las crónicas de Narnia trasciende la literatura. Su simbolismo cristiano, su mensaje de esperanza y sacrificio, y su estructura de mito fundacional han inspirado análisis académicos y debates teológicos. Aslan es leído por muchos como una representación alegórica de Cristo, y la saga en su conjunto se interpreta como una parábola de la historia de la salvación. Sin embargo, Lewis insistió en que no pretendía escribir alegorías directas, sino historias que, al igual que los mitos, transmiten verdades profundas sin necesidad de correspondencias exactas.
En el plano cultural, Narnia ha sido adaptada en producciones televisivas por la BBC, en obras de teatro y en largometrajes producidos por Walt Disney Pictures y 20th Century Fox, destacando las películas estrenadas entre 2005 y 2010. Cada adaptación ha reinterpretado el material original, con mayor o menor fidelidad, pero siempre manteniendo el núcleo de aventura, magia y confrontación moral que define la obra.
La perdurabilidad de Las crónicas de Narnia radica en su capacidad para hablar a varias generaciones a la vez. Para el lector joven, es una invitación a la aventura y al descubrimiento. Para el adulto, es un recordatorio de la inocencia perdida, de la lucha por el bien y de la fe en lo invisible. Lewis, con su prosa clara y su imaginación sin límites, construyó un universo que sigue vivo más de setenta años después, y que probablemente seguirá vivo mientras exista el deseo humano de cruzar un umbral hacia lo maravilloso.










